Hace no mucho tiempo le hubiera parecido que una
situación así era imposible. Quizás simplemente porque se había dejado enredar,
como la mayoría, por la telaraña discursiva de las libertades democráticas y
las instituciones republicanas, según los sustantivos y adjetivos que
últimamente tanto repiten los funcionarios del gobierno español.
Ahora la noche transcurre en los colegios electorales de
Catalunya con miles de personas haciendo guardia en ellos para garantizar su
apertura mañana por la mañana. Es una noche peligrosa susurran las sombras, y
él es uno más de esos miles. Que sea profesor de la enseñanza media poco
agrega.
Los 2.315 colegios electorales son defendidos así,
mediante la organización popular, respondiendo a la llamada de la plataforma
Escoles Obertes, que ha llamado a pasar la noche en los centros y a concentrarse
frente a ellos a las cinco, a la espera de que una hora más tarde aparezcan
los mossos a hacer cumplir la orden oficial de desalojo.
Miles de sacos de dormir, esterillas, colchones flacos;
pocas palabras, rostros secos, razón e ilusión. Cuando la lluvia de palos
empieza a hacer tronar los huesos, y mientras todos se esfuerzan por no
retroceder, alcanza a ver a un buen grupo de sus estudiantes del cuarto año que
corren para sumarse al aguante.
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