jueves, 13 de julio de 2017

Una humanidad impiadosa

“Mi cálculo resultó equivocado quizás porque sobredimensiono lo que debe esperarse de las buenas costumbres de la humanidad”, se dice.

“Los adultos -di mal por descontado, piensa- son una suerte de recipiente privilegiado de la razón, y no simplemente porque están armados de un rostro de piedra sobre el que uno puede estampar la acusación algo infantil de exigir tolerancia.”

En fin, lo cierto es que apelando a un supuesto orden lógico enhebró dos o tres justificaciones que casi le quitaron la respiración de tan vertiginosas, para que el profesor como única respuesta se acomodara los anteojos y le hiciera un “no” con el índice en el aire.


Después repitió que le dio todas las oportunidades posibles, que toleró en su caso lo que no ha aguantado de otros de sus compañeros, que el trabajo escrito tenía fecha de entrega a fines de mayo y estaban ya a principio de julio… El muchacho hizo malabares con otros argumentos cortitos y al toque, con el único efecto de que el docente torciera la boca y lo mirara como el referí al delantero que reclama penal desde el suelo cuando es evidente que el contrario más próximo se ubica a dos metros de donde él cayó.

Encima es viernes. ¿Cuál es la diferencia? El fin de semana en paz. Porque sus viejos saben bien que se jugaba la materia y “¿cómo te fue?” va a ser la pregunta obligada, antes del saludo de rigor, ni bien llegue a su casa y arroje la mochila sobre la silla.

Pero, bueno, a lo mejor no todos los adultos fallan. Sus padres, por caso: quizás eso que tiraron al final del primer trimestre, que se fuera olvidando lo de irse unos días a algún lado en las vacaciones de invierno si repetía las notas bajas, fuera una simple amenaza retórica; una exageración, cosa del momento.


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