Va de
suyo, y por lo tanto ni siquiera vale la pena sentarse a charlarlo. Porque, es
difícil, imposible, imaginar un docente en desacuerdo con que el objetivo
central del sistema educativo debe ser el milagroso logro de que todos los
alumnos puedan apropiarse de los conocimientos que se enseñan en las aulas, y
de la mejor manera.
¿Qué
otra cosa?
Sin
embargo, resulta obvio también que para que cualquier cambio en tal dirección
resulte valedero, suficiente, se necesita mucha organización y acuerdos claros
y bien trabajados. En consecuencia, las escuelas deberían contar, por ejemplo,
con equipos de conducción que tengan la posibilidad de recorrer las aulas y no
estén atiborrados de papeleo, con docentes que se reúnan a discutir cómo llevar
adelante una labor de conjunto, la implementación de parejas pedagógicas y
maestros integradores que puedan sostener a los estudiantes que más lo
necesitan, equipos de orientación escolar que den abasto para tomar y acompañar
las situaciones que se les presentan. Y bueno, queda para el final por simple
pudor, salarios como la gente.
Por eso
al conjunto no le queda más que asentir cuando el rector sostiene que no se
puede promover a los alumnos sin más, que no se puede aceptar que haya cada vez
más alumnos que “pasen” sin aprender con el argumento de que -como indican
ciertos “argumentos” oficiales- así le “cuestan” menos dinero al Estado,
etcétera.
Está
claro, además, que deben pensarse nuevas estrategias para mejorar los índices
de sobreedad y repitencia… Hasta aquí todo bien. Pero a continuación al hombre
no se le ocurre mejor idea que mentar los ciento ochenta días anuales de clases
y acercar las palabras “chicos” y “rehenes” para que de inmediato los oídos de
los docentes que lo escuchaban pacientes se cierren y los gestos se encrespen.
El
rector lo advierte, hace una pausa, traga saliva e intenta seguir. Entonces el
de Geografía levanta la mano como el policía que le ordena parar al
automovilista, y le dice: “No nos quieras ablandar con palabras y contrabandear
el objetivo final de tu discurso de bienvenida. Si el asunto es la huelga,
desde ya te anticipo que mañana paramos todos…”.
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