Hay pocas cosas tan insufribles
como el regateo de la nota. Sobre todo cuando fue puesta con marcador negro grueso junto al apellido del
evaluado y se dieron las explicaciones del caso. Y hace calor y ya es la hora
del almuerzo. Pero el estudiante insiste y a la docente no le queda otra que
seguir explicando lo que ya explicó tres veces, tratando siempre de no calentarse
y levantar la voz lo menos posible.
“Volvamos al comienzo -dice
entonces el profesor estirando el tono paciente y mostrándole otra vez las
tachaduras sobre la hoja de papel-. Lo primero, y más importante que me
interesa que adviertas, es que ahora, en febrero, te estoy tomando las mismas
ocho preguntas que te tomé en diciembre, ¿no?
Te diiste cuenta, ¿no? Siete de ellas están mal y una apenas regular,
por eso te estoy desaprobando, ¿estamos? No hay mucho más que charlar”
El muchacho la mira con los
ojos abiertos. Como no pronuncia palabra ni hace un gesto, la mujer sigue un
poco más. “Ya te detallé los errores de cada uno de los temas, ¿querés que lo
haga de nuevo?”
Ahora el estudiante mueve
sus manos de estratega como quien busca entrar a la discusión desde otro ángulo.
La de Metodología suspira, sonríe y se apresta a seguir sus dichos, pero de
inmediato da por concluido el debate ni bien escucha que el otro dice: “puede
ser que las respuestas no estén del todo perfectas…”
Entonces lo corta en seco,
las palabras “puede ser” y “del todo” son como misiles que destruyen su límite
de tolerancia. “Es la una, tengo que ir a pasar las actas, venime a ver cuando
empiecen las clases y te decidas a preparar la previa”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario