viernes, 30 de septiembre de 2016

Sucedió en Brooklyn

En teoría esta iba a ser la segunda semana de clases en el campus de la Universidad Long Island, en la ciudad de Brooklyn. Pero no. Las autoridades de buenas a primeras decidieron impedir el ingreso al campus a los cuatrocientos miembros del sindicato de docentes. Los trabajadores de la educación estaban contratados y el vencimiento de sus contratos fue el 31 de agosto, y se esperaba que, como siempre, se diera continuidad a la relación laboral en las condiciones de antaño. Pero no.

El nuevo contrato propuesto reducía el pago de los profesores auxiliares, mientras que los docentes de planta recibirían salarios más bajos que los que ganan sus colegas en un campus satélite.

Frente a la protesta, la institución decidió la suspensión indefinida; congeló sus cuentas de correo electrónico y los seguros de salud de los profesores y les informó que serían reemplazados. Por otra parte, aseguraron a los alumnos que la tajante decisión no afectaría el inicio del ciclo lectivo. Pero no.

Desde que empezó el semestre, las clases estuvieron a cargo de suplentes de último momento,  a muchos de los cuales se les asignaron materias para las cuales no tienen la debida capacidad y experiencia. Es decir que, finalmente, los estudiantes resultaron tan víctimas de la precarización como sus maestros.

Impulsados por el  grupo universitario Activistas por la justicia social cientos de estudiantes que abandonaron las clases para sumarse a la protesta colectiva.


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