domingo, 13 de septiembre de 2015

Desfiles

Envolver lo viejo con lustroso empaque satinado, en eso consiste todo el arte de la propaganda política; tal la conclusión obligada que en este instante asoma en su cabeza. El papel de regalo y cruzar los dedos para que la memoria de la población siga siendo frágil. Para confirmarlo, piensa mientras apura el café, basta con detenerse en toda esa gente que ve desde la ventana el bar, mientras arriba, en la pantalla del televisor colgado sobre el mostrador, los candidatos se emperifollan para desfilar frente a cámaras y micrófonos.


Allá afuera, por las calles platenses, hay otro desfile, más urgente. Los padres, maestros, directivos y alumnos de más de veinte escuelas vuelven a movilizarse para reclamar por cuestiones de infraestructura que amargan las clases diarias. Docentes, estudiantes y auxiliares se unen otra vez para pedir por edificios propios, ampliación de las sedes, reparaciones y en algunos casos también incluyen reclamos por la ampliación del servicio de comedor.

Desde la gobernación, a la hora del apriete, no paran de tirar cifras: que se avanzó en el veinte por ciento de las obras que fueron oportunamente pautadas, o el treinta, o el cuarenta, o el sesenta... Los manifestantes, por su parte, cargan con la convicción de que, pese a las muchas promesas, las autoridades no han hecho prácticamente nada. Y que va a ser peor en la medida en que se acercan las elecciones. ¿Quién mierda va a acordarse de ellos a la hora de revolear presupuestos?


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