miércoles, 8 de julio de 2015

Papelería

Cruza zumbando la plaza porque se le hace tarde y de pronto debe detenerse de mala gana cuando un muchacho se le para adelante. Lo mira un par de veces como diciéndole “por qué no te corrés”, justo cuando advierte que el joven extiende la mano para alcanzarle un volante. Lo toma apurado y sigue su marcha mientras hace un bollo con el papel y se lo mete en el bolsillo.

Una vez en el colectivo rumbo a Villa Adelina y dispuesto a no impacientarse por la hora larga que tiene por delante, nota el bulto en el costado de la campera, saca entonces la pelota irregular y la desarruga.

Resplandece en el centro del impreso el rostro de Daniel Scioli, enmarcado por una mezcla de naranjas, celestes y blancos. Después hay unas cuantas leyendas y unos párrafos estratégicamente escritos y dispuestos para no decir mucho y cansar poco.

Se trata de una carilla impresa en sus dos caras con un impecable uso de los cuatro colores. Durante un tiempo él trabajó en una gráfica, y si bien no es un experto en el tema, le basta sopesar lo que tiene entre manos y multiplicarlo por algunos miles para que la cifra resultante asome grande y asombrosa.

Y es entonces que se llena de bronca. A él, un papá a quien esta semana le acaban de acercar las notas de su hijo no a través del clásico boletín, sino en una hoja pedorra acompañada por otra nota donde la directora casi con vergüenza pide disculpas porque todavía no le han llegado los tradicionales rectángulos de cartón, y por lo tanto ha optado por distribuir estas hojas provisorias, justo a él, de pronto, se le ilumina el pensamiento. Tiene entre sus dedos la prueba misma de por qué urgencia los boletines de siempre deberán esperar su turno por unos meses más.


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