sábado, 5 de febrero de 2011

Timerman versus Macri, Garré versus Casal, Nación versus Ciudad y Provincia… En el fondo una pura demagogia que reveló hasta qué punto las instituciones “especializadas” del imperialismo siguen siendo las encargadas de organizar y entrenar las tareas de la represión que los gobiernos latinoamericanos (incluido el argentino, claro) descargan sobre sus pueblos

El canciller de la Nación, Héctor Timerman, mandó intempestivo su denuncia contra los “cursos” en el extranjero con que el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mauricio Macri, pretende capacitar a su policía metropolitana. Se inició entonces un cruce polémico. De inmediato, la ministra de Seguridad, Nilda Garré, se sumó a la crítica al envío de agentes porteños a la Academia Internacional para el Cumplimiento de la Ley (ILEA, en sus siglas en inglés; en la foto puede verse el dictado de una de sus clases en la sede de El Salvador).


Garré incluso negó que la Policía Federal haya mandado a estudiar allí a alguno de sus integrantes. Al día siguiente fue desmentida.
El ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Ricardo Casal, admitió que tanto la Policía Bonaerense como la Federal habían mandado efectivos a esos “programas de capacitación” cuestionados por el oficialismo. Casal, con el aval del gobernador Daniel Scioli, se diferenció así del Gobierno Nacional en la disputa política y dialéctica. Contó además que “el año pasado fueron (al curso de la polémica) la Policía Federal, la Metropolitana, la Prefectura, la Policía de Córdoba, de Chile, de la provincia de Buenos Aires, Uruguay, Paraguay y Brasil” (sic), y que este 2011 iban más o menos los mismos.
Bien. Recordemos ahora que Timerman comparó a ILEA con la Escuela de las Américas, un centro en el que militares norteamericanos entrenaron a represores latinoamericanos, y donde una de las asignaturas más concurridas y recomendadas ha sido siempre “Tortura y represión”. Entonces, más allá de la interna entre unos y otros, la ignorancia y la mala intención de unos y de otros, la conclusión evidente es que las instituciones “especializadas” del imperialismo, comandadas por los Estados Unidos, siguen siendo las encargadas de organizar y entrenar las tareas de la represión que los gobiernos latinoamericanos descargan sobre sus pueblos; esos mismos gobiernos que, a la hora de la demagogia para cámaras y micrófonos, se proclaman “nacionales y populares”.


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